Muchos años los atormentó con sus adicciones. Era drogadicto y alcohólico. Pero las drogas lo ponían más bien festivo, el problema era cuando bebía y llegaba a casa violento, insultando y golpeando todo. Luego, un día, después de muchos años murió y todos creyeron que la pesadilla había terminado. Pero...
Su muerte fue violenta. El alcohol le ocasionó problemas en
su casa, pero también en la calle y muchos decían que en algún problema se
había metido aquella tarde que volvía corriendo a su casa debajo de la lluvia.
Llovía tan fuerte que nadie escuchó sus gritos de auxilio y lo encontraron
hasta después con doce disparos en el cuerpo. Allí se terminó ¨el tico¨ cómo era conocido en
aquel sector de la zona tres. Y allí pensó su familia que terminaría el
maltrato que los hacia vivir con sus adicciones. Pero no fue así. Y aquí el
relato de lo que pasó.
Siempre volvía a eso de las once de la noche. El golpe en la
puerta anunciaba a toda su familia y vecinos que la noche sería larga y que
escucharían sus gritos e insultos hasta que se quedara dormido o alguien
llamara a la policía. La policía ya lo conocía muy bien. Siempre los llamaban
para reportar que estaba gritando insultos a su familia o a quien
desafortunadamente se cruzara en su camino cuando salía a la calle a seguir con
su espectáculo. Lo llevaron preso varias veces, pero siempre salía directo a
rehabilitación y después de algunos meses alguien volvía a llamar a la policía.
Incluso su madre lo metió varias veces a la cárcel porque intentaba golpearla o
le robaba cosas para venderlas y así conseguir dinero para sus adicciones. Así
era la vida de aquel personaje bastante conocido en el sector y que terminó una
lluviosa tarde de octubre. Nadie más que algunos familiares asistió al funeral
y todo el mundo decía lo tranquila que sería la vida de aquella familia desde
ese día. Lo enterraron y volvieron a su casa. Nadie estaba triste, era alivio
lo que sentían. El tico era una persona desagradable que en realidad nadie iba
a extrañar. Ni siquiera sus dos hijos de trece y catorce años.
Luego del entierro pasaron algunos días en total paz.
Incluso la que fuera su esposa y desde su muerte su viuda, consiguió un trabajo
y su futuro era al fin prometedor. Una muerte que no hizo llorar a nadie. Pero
una noche, después de varias en total tranquilidad y mientras todos dormían, se
escuchó el característico golpe de la puerta cerrándose violentamente. El
sonido que solamente se escucha con tal fuerza y violencia, cuando aquella
persona volvía hecha un monstruo las noches en las que bebía. Era imposible.
Todos habían estado en su entierro y lo imaginaban pudriéndose bajo tierra, no
entrando en su casa como cada noche infernal que los hizo pasar. Doña Juana, su
viuda, corrió hasta la cama de sus hijos quienes ya estaban despiertos y de pie
intentando ver a través de la cortina de su cuarto. Ella corrió hasta allí para
protegerlos como instintivamente hacía cuando estaba vivo. No tenía sentido
aquello pero tampoco iría a averiguar de qué se trataba. Doña Irma, la madre de
aquel personaje encendió la luz de su cuarto y abrió su puerta, esta quedaba
frente al pasillo por donde, fuera quien fuera el que había golpeado la puerta
al entrar, debía asomar.
¿Quién anda allí?
Preguntó y no obtuvo respuesta, pero el olor a alcohol y el
sonido de pasos acercándose la hicieron retroceder hacia el interior de su
cuarto. Doña Juana escuchó la voz de doña Irma y se animó a gritarle desde su
cuarto:
-¿Quién es Doña Irma?
-Quédense en su cuarto mamita. No vayan a salir
El silencio de aquella casa fue roto por un quejido largo y
desgarrador. Luego algunos pasos más en dirección a los cuartos y de nuevo otro
quejido aún más desgarrador y aterrador. Era imposible aquello, pero lo estaban
viviendo. El olor a alcohol llegaba hasta donde estaban y el sonido de pasos
arrastrándose sobre tierra hacía que las cuatro personas en aquella casa
temblaran de terror.
-Maa... ma a yuu de meee
Lo habían escuchado los cuatro. Era él sin duda alguna,
estaba allí. A pesar de los doce disparos, a pesar del velorio y a pesar del
entierro, estaba allí y seguía fastidiando su vida. Después de aquellas
palabras la casa de inundo de una pestilencia que era la mezcla del olor a
alcohol, su inconfundible perfume y olor a muerto. Los dos niños lloraban, doña
Juana estaba aterrada y furiosa y doña Irma rezaba pidiendo ayuda al cielo ante
aquella aparición que según el sonido de sus pasos, estaba cada vez más cerca
de los cuartos.
-¿En qué querés que te ayude? Vos ya no sos de aquí. Lárgate
ya a descansar mijo. Aquí nadie te extraña ya nos hiciste sufrir demasiado en
vida. Déjanos en paz.
El sonido de los pasos se detuvo, unos cuantos segundos de
silencio reinaron en la casa hasta que un horrible quejido mezcla de dolor y
tristeza salieron desde la oscuridad de aquel pasillo y llenaron toda la casa.
El frío del terror nunca antes vivido los hizo temblar a todos casi toda la
noche. Nadie durmió y nadie salió de su cuarto hasta que los primeros rayos del
sol entraron e iluminaron todo. Los niños se quedaron encerrados y doña Juana
junto a doña Irma fueron a revisar la entrada de su casa. La puerta estaba
cerrada, pero, por dentro, manchas de barro hechas claramente por manos la
recorrían de arriba a abajo. Y al medio del pasillo, dos zapatos llenos de
barro se habían quedado colocados uno frente a otro. Los reconocieron de
inmediato. Eran los zapatos con los que lo habían enterrado. Los mejores que
tenía y los que era imposible que estuvieran allí. Limpiaron, lo metieron todo
en una bolsa negra y lo tiraron a la basura.
Esa misma tarde visitaron la tumba. Estaba intacta. No había
forma de que todo lo que habían vivido fuese real. Pero lo habían escuchado,
habían sentido su pestilencia y ellas mismas tiraron aquellos zapatos. Nunca
supieron que pasó y nunca volvió a molestarlas desde aquella noche. Aunque no volvieron
a estar en paz en aquella casa. Así que un par de años después, los cuatro se
mudaron.
La historia es 100% real según quien me la contó y quien
también la vivió junto a su mamá, su hermano y su abuelita. Nunca, dice antes
de terminar, olvidará lo que sintió aquella larga y aterradora noche.
Fin.

No hay comentarios:
Publicar un comentario