La calle que rodea al cerro El Naranjo y que lleva
directamente hacia la zona 4 de Mixco es bastante silenciosa en algunos tramos.
Sobre todo en esa parte que queda después del Colegio Sagrado Corazón. Pues
aquel domingo ya a eso de las 7 de la noche un repartidor llevaba su orden a
una dirección entre las zonas 4 y 5 de Mixco. Estaba bastante acostumbrado a
recorrer aquel camino, pero aquella noche había mucha neblina en el trayecto y
el frío calaba los huesos. En ese tramo silencioso aceleró un poco su
motocicleta porque, al recorrer la oscuridad del sector, sintió
inexplicablemente "algo feo" en el cuerpo. La noche impone en ese
lugar, de un lado la enorme sombra del cerro parece vigilante y del otro, el
barranco. Pues al llegar a la parte en que hay una especie de mirador a mano
derecha, distinguió que, entre la neblina que iba atravesando, había gente a la
orilla de la calle. Parecía que estaban viendo algo, era una especie de tumulto
de los que se hacen cuando hay un accidente, pero apenas lograba distinguir entre
la oscuridad. Bajó la velocidad para evitar chocar o causar algún accidente,
pero seguía ese sentimiento de que algo andaba mal. Estaba oscuro y entre la
neblina se veían formas humanas. No paró, solo bajó la velocidad, pero siguió
avanzando. La luz de la moto aún iluminaba la carretera, pero conforme fue
avanzando la niebla se hizo tan espesa que poco o nada servía que aquella luz
estuviera en la máxima potencia. Tuvo que parar, no veía para atrás ni para
adelante. Era demasiada neblina y la oscuridad de la noche ayudó a que su única
opción fuera detenerse. Y así lo hizo, se detuvo pero no apagó la moto. El
motor seguía en marcha y estaba listo para acelerar en caso de tener que
hacerlo. Se quitó el casco, el frío intenso de aquella noche inundó sus
pulmones y congeló su nariz. Todo estaba en completo silencio, solamente el
canto de los insectos y de los animales nocturnos entre el monte se lograba
escuchar. Volteó hacia todas partes, nada. Nada de las siluetas que había
visto, nada de señales de vida humana, nada de movimiento y claro, nada de
carretera, estrellas o cualquier luz que le indicara por donde iba. Era como si
la neblina se lo hubiera tragado todo. Avanzó lentamente con su moto, pero era
demasiado peligroso. No veía ni a un solo metro de distancia. Iluminaba con la
luz de la moto, con la luz de su teléfono y trataba de tocar algo con las manos
que le indicara que seguía en el camino correcto, pero nada. Y entonces lo
escuchó.
Era una especie de canto. El sonido de algunos tambores y el
sonido de una voz cantando en un idioma que no entendía. Era la voz de un
hombre cantando acompañado del sonido de algo siendo golpeado. Un tambor, pensó
él, pero no estaba seguro. Se escuchaba a lo lejos, pero poco a poco se fue
acercando a él. Aquel canto y aquellos sonidos se iban haciendo más claros y parecían
rodear al repartidor con su motocicleta aún encendida. El sonido venía de todas
partes y de ninguna parte. Detrás, adelante, arriba e incluso abajo. El idioma
era incomprensible, pero llegó el momento en que se vio completamente rodeado
de él. Entre la neblina veía sombras, escuchaba aquella voz, aquel canto que de
pronto tuvo frente a su nariz y que lo hizo retroceder. Pero al hacerlo lo
escuchó detrás. Estaba rodeado, y entonces todo fue demasiado abrumador. El
canto estaba tan cerca que parecía tenerlo dentro de su propia cabeza. Quería
huir de allí, quería gritar y salir corriendo. Y casi lo hace, pero de la nada
el sonido de otra moto y la voz del hombre que la conducía diciéndole
"acelerá mano, vámonos" lo hizo salir de aquella especie de transe y
seguir con la vista la luz trasera de la moto que lo había despertado, por así
llamarlo.
Unos cuantos metros adelante la neblina se disipó un poco y
las luces lejanas de algunas colonias se comenzaron a ver. El frío seguía
intenso, pero al fin veía el camino. Más adelante pararon en una gasolinera. El
motorista que le había hablado le hizo señas para que parara junto a él y
entonces le contó:
A él también le había pasado eso. Algunas noches baja del
cerro El Naranjo una neblina espesa. Esa neblina se queda algunas veces en las
faldas del cerro, pero otras veces se instala en la carretera. Nadie sabe que
es, nadie sabe de quién es aquella voz y aquel canto. Pero, según el motorista
que ayudó al repartidor, todo tenía que ver con que el sector es sagrado y como
cada vez hay más casas y carreteras, lo sobrenatural inevitablemente choca con
la vida cotidiana. Y a veces, quien menos lo imagina vive esas cosas. En las
dos ocasiones en las que a él le había sucedido únicamente siguió adelante
hasta salir de la niebla. Nada lo dañó, pero tampoco se quedó a averiguar qué
pasaba. Y esa noche al ir pasando por allí, escuchó el canto y el sonido de los
tambores. Pero también vio la luz trasera de la moto y lo único que se le
ocurrió fue decirle que salieran de allí. Y realmente eso salvó, tal vez, hasta
la vida de aquél repartidor.
Muchas historias se cuentan del cerro El Naranjo y sus
alrededores. Muchas historias hay de repartidores que ven cosas extrañas en
aquel sector en el que mucha gente que me le, vive. El enorme cerro El Naranjo
tiene en el muchas leyendas e historias y está es una de tantas. En la que un
repartidor de comida rápida, se topó casualmente y sin desearlo, con lo
sobrenatural.
Fin.
No hay comentarios:
Publicar un comentario