¿Conocen el edificio Orriols? Es un antiguo edificio de cuatro niveles en zona 1, que seguramente tiene sus propias historias, pero, la que les voy a contar el día de hoy, sucedió muy cerca de ese edificio y solamente lo usaré como referencia. Aquella casa era el hogar de uno de los trabajadores de aquel almacén en el que se venden mochilas, manteles, gorras, telas y no se cuanta cosa más. Allí trabajaba hace algunos años quien me contó esta historia. Y había logrado alquilar un cuarto en una casa muy cercana. Estaba allí mismo en la décima avenida, incluso podía ver la enorme puerta de madera desde el mostrador de vidrio de aquel almacén. Pero la historia que les voy a contar sucedía cada noche mientras aquel joven iba a descansar a su habitación. La casa estaba realmente descuidada y vieja. Por la fría arquitectura de su interior podía adivinar que era sumamente antigua y que nunca le habían dado un mantenimiento digno. Pero le quedaba cerca, no era tan cara y nadie se metía con nadie. De hecho parecía que nadie más que él vivía allí. De no ser porque de vez en cuando escuchaba a alguien salir o por el constante martilleo de quien fuera que viviera en el cuarto de al lado, aquel joven habría estado seguro de que nadie más que él, habitaba en aquella casa. La dueña le había dado un número de cuenta para depositar lo del cuarto y no la veía ya que no se atrasaba. Vivía bastante y tranquilo. Únicamente la humedad del cuarto le molestaba. Pero en fin, solo era por las noches y algunos fines de semana que pasaba allí.
Pero una noche de sábado, después de haber salido ya algo tarde del trabajo, sintió olor a incienso al entrar a la casa. Era marzo y no le extrañó. Ya que al estar en plena cuaresma y en la zona 1 de Guatemala aquello era todo, menos extraño. Pero lo que le llamó la atención fue que al entrar a su cuarto el olor fue muy intenso. Fue un golpe a su olfato, fue como si alguien hubiera encendido incienso dentro de su cuarto y lo hubiera cerrado. Y al él llegar y abrirlo el olor hubiera escapado. Recorrió los pasillos de la casa mientras el olor se disipaba. Era mucho como para poder entrar y cerrar. Así que dejó abierto, caminó por los pasillos y llegó al patio trasero. Solamente una vez había estado allí y fue el día en que le mostraron el cuarto. La encargada vivía al fondo de aquella casa y era a la única habitante que alguna vez había visto. Se quedó allí un rato viendo el cielo brumoso del verano capitalino y una voz lo hizo saltar del susto y salir de sus pensamientos.
-Ay me asustó
-Disculpe señora. Es que en mi cuarto hay un gran olor a incienso y lo abrí un rato para que se ventilara.
-¿Olor a incienso? Ay usted no me asuste. ¿En dónde?
-Allí en mi cuarto
-Ay no usted. Quiero ver. Vengase vamos
El joven no entendía la preocupación de la señora. Y se fue detrás de ella hasta donde se encontraba su habitación.
-Ay si usted. Como se siente olor a incienso. Espéreme aquí. Quiero ver algo.
La señora aquella, bajita y de pelo cortó, corrió hasta su cuarto y en menos de lo que se imaginó aquel joven, la señora estaba de vuelta con un manojo de llaves. Pasó de largo de su cuarto y se dirigió al que estaba al lado. Allí, una puerta tan vieja como el resto de la casa, permanecía cerrada con un candado.
-¿No vive nadie allí?
-No, todos estos cuartos están deshabitados. Solo el suyo el mío y el de don Felipe el señor de la venta de esponjas están habitados. Y él solo lo usa como bodega, pero venga a ver.
En medio de la habitación que la señora acababa de abrir, había un incensario y dentro de él aun ardía un poco de incienso.
-Yo no quiero asustarlo joven. Pero aquí vivía el papá de la dueña y murió hace doce años. Tuvieron que hacerle algunas misas para que descansara en paz porque no dejaba de encender incienso y se escuchaba que pasaba martillando las paredes. Mire el montón de clavos que hay en todo el cuarto. Él los ponía para colgar sus crucifijos. Tenía como cien en todo el cuarto y aun después de muerto seguíamos encontrando incienso y lo escuchábamos martillar. Pero ya había dejado de molestar. Molestar le digo porque eso no es algo normal, que feo saber que es un muerto el que hace esto ¿No cree?
El joven aquel estaba paralizado escuchándola. Efectivamente, los martillazos eran constantes en ese cuarto completamente vacío y polvoriento. Y aunque lo del incienso tenía explicación, no lo tenían los constates ruidos que se escuchaban en aquella habitación vacía y que él mismo escuchaba cada noche. Después de cerrar de nuevo aquel cuarto y de que la señora prometiera hablar con la dueña para cambiarlo de habitación, Gabriel, como se llamaba aquel joven, cerró bien su cuarto y se puso a escuchar música. La encargada le había asegurado que nunca nadie se había quejado más que del olor a incienso y el ruido de los martillazos. Que si bien era algo sobrenatural, nunca había sido dañino.
Pero eso le importó poco a Gabriel a las cuatro de la mañana que salió con su mochila rumbo a la casa de sus padres en Santa Rosa. Esa noche, cuando la música lo aburrió y decidió acostarse a dormir. El ruido de un martillo golpeando un clavo en la pared lo hizo sentarse en la cama, luego de algunos minutos comenzó el olor a incienso y decidió salir a verificar que aquella puerta estuviera cerrada. En el pasillo se encontró a la encargada que le hizo la señal de hacer silencio y lo llamó hasta donde ella estaba parada. Desde allí los dos pudieron ver debajo de la puerta la sombra de alguien moviéndose entre la habitación. La luz de lo que parecía ser una vela iluminaba desde adentro y allí mismo muy bajito se escuchaban marchas como las que llevan las procesiones.
-¿Quiere que veamos quién es? Yo sola nunca me he animado, pero si me acompaña abrimos.
La habitación estaba completamente oscura. Al abrir la descubrieron vacía y el intenso olor a incienso comenzó a salir. Gabriel no volvió a llegar. Dejó su trabajo y aquel cuarto. Se llevó únicamente su ropa y algunos trastes que su mamá le había prestado. Algunos años después regresó a vivir a la zona 1, pero se aseguró de que el lugar fuera relativamente nuevo y sobre todo, que sus vecinos estuvieran vivos.
Fin.
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